lunes, 12 de diciembre de 2022

Zurda infinita o la indómita gramática de lo eterno en tus pies

 

Es un día normal discurriendo en un planeta agotado. Un día normal dentro de círculos protocolares. Es un mediodía más tan antiséptico, profiláctico y nutrido de fragmentaciones como el resto. Es un día normal donde ese gran resto que ahora somos, ese empastamiento medido, distanciado, esterilizado, estéril, quiere ser mediodía.

Es un día normal en que la vida persiste con su normal cometido de ser. Entonces el sol, los diminutos brotecitos de la nueva planta de incienso, los jazmines multiplicándose y 9 rosas blanquísimas arrojadas al vértigo de su secreta carrera por llegar al cielo. Las ventanas y el sol, el chirriar de la plancha en la cocina, una paloma que sacia su sed en un charco de agua y el alboroto de los pájaros que festejan a gritos el fin de la tormenta. Un día normal en que el deseo se excusa y pide permisos por doquier. Así las palabras, el hambre, los pasos, las máquinas, los talleres, los autos, mansamente se diluyen en la cotidianad urbana que domina sus formas.

Era un día normal hasta que alguien dice lo indecible. ¿En serio te vas? Yo entonces callo para siempre porque no sé hablar de tu muerte. Si te vas no hay amparo posible. ¿Qué noche, soledad, color, qué cielo, qué palabra, qué silencio, qué río, cuál árbol, qué sombra perfecta, cuál cuerpo errante, qué amor, qué luna salvaría ese dolor? ¿Qué es el mundo con tu ausencia?



Yo no sé de una historia sin tu sangre y tus huesos trotando en mi suelo, aliterando osadías, honrando el barro con heroicas carreras que santifican potreros y condenan reinos. No sé qué hay más allá de la fuerza de tu puño apretado hasta el hartazgo. No sé de otro dios capaz de cometer el humano sacrilegio de vengar la ignominia de un pueblo. Un dios a carcajadas cabalgando abismos, un dios que llora y cifra todo el sur en sus pupilas. Un dios rebelde que vive su propia muerte y desafiante baila y canta y resucita. Un dios obrero de la magia, militante del milagro, artesano del misterio, un dios que ríe bordando paganas travesuras en el aire y traduce el instante en belleza para enredar sus pies en la indómita gramática de lo eterno.

¿En serio te vas? Sin duda hay paraísos capaces de conquistarte, sin embargo, las entrañas de la tierra te reclaman, son los condenados quienes marchan en tu nombre y salen a buscarte en una procesión multicolor interminable atestada de banderas, humo y cantos. Es tu rostro en todas partes y las gracias y el perdón matrizando la piel. Es tu entrega perpetua traducida en la ofrenda de un discurrir incesante de millones de manos disparando aplausos al viento. Son las calles inundadas de aquelarres colectivos impidiendo tu partida, es el pueblo, tu pueblo, quien te nombra y posee para siempre. Y así tu nombre nace: retornando del sur en una infinita y pendular densidad cardinal capaz de retar al tiempo. Es mentira que te vas, la verdad del milagro te condena y bendice al regreso permanente, a la huida imposible, es mentira, no te vas, yo no sé, nadie sabe, de un dios con nombre capaz de decir adiós.




 

Laura A. López

29/11/2020

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