sábado, 10 de agosto de 2024

Violencias, machismo y desafíos del campo popular

 

                                                                                                                            
El orden, el equilibrio, no es más que un desiquilibrio social que se ha institucionalizado,
las jerarquías son hechos sociales, las establece el poder en sus distintas formas. 
 John W. Cooke, Peronismo y Revolución.
 
           
           
    

 Imperio y una perspectiva corporativa

 

Acaso, de mitad del siglo anterior a esta parte, la pregunta que hace las veces de Santo Grial de la psicología, la filosofía y la sociología sea: ¿qué mecanismos de sujeción sujetan al sujeto? En este sentido, es el post estructuralismo quien nos  brinda nociones más acabadas respecto al funcionamiento del Estado, las dinámicas y lógicas del poder. Así, el concepto de hegemonía describe el proceso según el cual se naturalizan modos de ser, aspectos y determinaciones constitutivas de la dinámica social, cultural, política, económica, etc. Los procesos emancipatorios, de sumisión, rebelión, dominación y resistencia adquieren densidad y robustez expreso-discursiva al entender siguiendo a M. Foucault que el poder es relacional, no se detenta.

En estos días, una noticia cobró relevancia. Las elecciones en Venezuela concitaron la atención global y suscitaron innumerables opiniones provenientes del espectro mediático comunicacional, los actores políticos en todas sus esferas de actuación, la militancia orgánica y la opinión pública en general. El aspecto injerencista de EEUU, en tanto potencia hegemónica, manifiesto en su forma de relacionarse con el mundo y Latinoamérica en especial, su histórico ímpetu colonial, la violencia imperial traducida en bloqueos, sanciones económicas, desestabilización de gobiernos populares, invasión directa en diversos países y saqueo de recursos naturales -sí denunciado e historizado de modo suficiente por la ex vice presidenta Cristina Kirchner en su ponencia de México- fue la narrativa con menor protagonismo. Es que, el marco teórico corporativo-mercantilista naturaliza la violencia, la escinde de su carácter sistémico. Así, los eventuales conflictos entre las potencias occidentales y el oficialismo venezolano -entre Macron, Tony Blinken, Elon Musk y Maduro- son admitidos como meros resultantes de las contradicciones que tensionan y polarizan la aparente cordura cívico-democrática y la locura de un dictador que se atreve a bailar en los actos y hablar de revolución en pleno siglo XXI. El problema es que Maduro habla con pájaros no la socialización de la renta petrolera o la inminente concurrencia de Venezuela a los BRICS.


La individualización de las conductas, reduce la acción a las pasiones de cada quién y la deriva social a la capacidad y expertiz de enfrentar en soledad la suerte: vivir en la incertidumbre y disfrutarlaEn Argentina el dilema no es sobre pájaros sino de perros, tamaño de pies, formas de caminar y tomar mate. Milei es un orate que llegó al río de La Plata en una barquilla, una horda de zombies alienada por tecnologías y redes conspiró para catapultar en el poder a un loco expulsado de la ciudad medieval de Renania.

 

La dominación masculina, machismo y violencia política

 

Todas las violencias y la de género en particular son producto, al tiempo que efecto, de un sistema cuyas estructuras implican un diferencial jerárquico. La acusación sobre hechos de violencia de género que involucran al ex Presidente Alberto Fernández es un caso de extrema gravedad cuyo análisis habilita en principio tres tipos de abordaje posibles. El punto de vista científico-clínico hace foco sobre la patología individual, condición aislada del andamiaje y arquitectura social que permite la producción y reproducción del machismo. Los otrora crímenes pasionales detentan la sepsis del paradigma positivista que encapsula y condena el acto en sí enmascarando los determinismos sociales, licuando sus especificidades.

Pensar la violencia en perspectiva de género debería obligarnos a indagar sobre las tramas que reeditan sus formas en el tiempo. Cualquier genealogía, también la de las violencias, implica dirigir la mirada de la actualidad a la historia -y viceversa-, a inscribir la reflexión en instancias metodológicas amplias capaz de articular dialógicamente sus enfoques sincrónicos y diacrónicos. Cuestionar los arquetipos institucionales de control y coerción sustentados en la dominación masculina no es otra cosa que visibilizar las derivas propias del patriarcado.

Si concedemos razón a este segundo marco teórico que tiene como eje la institucionalización y reproducción de las violencias en un sistema cuyo componente sustancial se halla en el diferencial jerárquico, el tercer modo de abordaje: la conexión de este hecho con su dimensión política, aparecerá como factor ineludible.

Es que, si las prácticas que hacen al ejercicio abusivo del poder son el patrón decisivo para naturalizar diferencias estructurales y reproducir dinámicas relacionales vejatorias, probablemente ocupar el máximo cargo ejecutivo político, la presidencia de una nación, se trate de un rol emblemático en este sentido.

Asumir que en nuestras vidas no hay fronteras precisas capaces de trazar divisiones exactas entre lo público y lo privado es adscribir a la idea de que lo personal es político. No hay mandatarios con rasgos y prácticas machistas, misóginas y de acoso que paralelamente desempeñen gestiones tendientes a disputar el poder representando los intereses de las mayorías populares. Las denuncias de maltrato físico que involucran a Alberto conectan de modo inescindible con la violencia política perpetrada hacia la líder y conductora del movimiento que lo catapultó en la presidencia. Violencia notable también en su (como mínimo) inacción ante el intento de femi-magnicidio que ésta sufriera el 1 de septiembre de 2022Violencia que encuentra anverso causal en su perversa sumisión al poder concentrado, fáctico, real. Sumisión que genera una pérdida de 20 mil millones en las reservas al aceptar sin condiciones el valor del dólar a 60 pesos o que autoriza la fuga de 25 mil millones en importaciones. Violencia para desconectar la palabra de la acción política al, por un lado, legalizar la deuda de la timba macrista vía parlamento y, por el otro, anunciar a todo un país que este acuerdo solucionaba los problemas de los argentinos y argentinas. Lo personal es político y violencia es mentir. No se pasa de trabajar para un narcotraficante a vender zapatos ni de presidente títere de Clarín a disertador internacional independiente. Las mafias no conceden autorización de salida, el retiro nunca es voluntario. Alberto no pudo, pero sobre todo no quiso hacer un buen gobierno.

 

Desafíos del campo popular

 

Quizá el mayor desafío del campo nacional, popular y democrático sea agudizar la reflexión sobre la mayoría de los tópicos que hacen al discurrir cotidiano de la praxis política. Cristina en la ponencia del día sábado al explicar el contexto local, regional y global, en que sucedió el armado del frente electoral de 2019: un escenario de cuasi proscripción hacia su persona, con Lula preso y Trump perfilado como ganador para un segundo período, se pregunta (y nos pregunta) de qué manera resulta posible que todavía hay quienes dicen ¿por qué no encabezó ella la fórmula presidencial? Estas reflexiones culminan con la exhortación a la necesidad de encontrar más gente que pueda leer mejor la política.

Si aceptamos al peronismo como una identidad en disputa y que las disputas por la identidad, aún incluyendo la inmediatez electoralista, son permanentes y a largo plazo, urge para atravesarla en primer lugar notificarnos que está en curso y luego la disposición de herramientas capaces de traducir el ánimo participativo individual en coraje colectivo. Por otra parte, en un tiempo digital caracterizado por la circulación rápida de cantidades ingentes de mensajes cortos a través de redes, en una era digital de información fragmentada donde la hiper conexión influye en las categorías tradicionales que estructuran el propio razonamiento, los ámbitos en que discurren las ideas y los posibles intercambios de opinión se vuelven hostiles y su divulgación una acción compleja. Así la formación, honestidad y seriedad intelectual, tanto para articular diagnósticos y argumentaciones sólidas como para indagar respecto a la factibilidad participativa en los nuevos formatos comunicacionales, adquieren un protagonismo decisivo en la militancia.

Defender un proyecto que devolvió al peronismo a la historia al incluir e involucrar al pueblo en su decurso, sólo cobra cuerpo y forma desde la convicción -en consonancia con el pensamiento de Eva Perón- que, al margen de una doctrina con las virtudes y polisemias de sentido y anquilosamientos propios del lenguaje, son los líderes quiénes encarnan, conducen y efectivizan, las programáticas políticas.

De esta manera, resultará inexorable la conclusión que abrazar la política y los sueños es defender a Cristina y defender a Cristina es defendernos. Soltar su mano es caer en el abismo del silencio, habitar la ignominia de los pueblos que, ajenos a su destino, dejan la suerte de su historia librada al azar. 

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